jueves, 8 de julio de 2010

Educación

La noche fría nos muestra sus historias decadentes, impredecibles y humanas. Martin, Luciana y yo acabamos de dejar a la enamorada de Martin. Él y yo acabamos de practicar un deporte que de no serlo nos dejaría igual o más cansados. Luciana esta en silencio, perdida en sus pensamientos, con la mirada puesta en algún punto de la neblina húmeda que nos amenaza fuera del carro. No habla, no mira, solo siente.

Las canciones se disparan aleatoriamente dentro del carro de Martin mientras navegamos entre oscuras calles. Hay algo que quiere salir de lo más profundo del corazón de Luciana pero corta su alma en el intento. Oigan, saben algo; hoy discutí con la señora que cuida la entrada del colegio de Santisito; dijo mientras se comía sus palabras tratando de esconder la desilusión de ellas. Nos sorprendimos un poco con su confesión; a Luciana no le gusta discutir, su carácter no le permite jugar en la guerra de las palabras. Pero, ¿qué pasó? ¿Por qué te peleaste?; preguntó Martin. Sí, Lucy; ¿tú peleando? No nos mientas pues; bromé tontamente. Ay, David, tú tomando siempre todo a la broma; respondió ella mientras dibujaba una sonrisa apagada por el dolor. Está bien les contare lo que pasó; terminó mientras empezaba a remover a sus sentimientos:

“Hoy me quede dormida. Estaba muy cansada después de tantas malas noches estudiando. Cuando me di cuenta, eran las siete de la mañana y mi mamá se estaba despidiendo. Al principio pensaba en no ir a mi clase de las nueve y traté de seguir durmiendo; esperando que algún milagro me saque de la cama y me tele transporte a mi clase. Pero Santisito entro a mi cuarto gritando; quería levantarme. Ya eran las ocho y él tenía que estar en el cole a las ocho y cuarto. Me pidió que me levantara rápido; me dijo que no podía volver a llegar tarde al colegio porque si no lo iban a castigar.

Yo, resignada a no dormir más, me levante como pude; me lave la cara, me peine y me cambie todos los trapos que llevaba encima. Santiago estaba desesperado; si fuera por él me hubiera sacado de los pelos de la casa. Salimos volando por la puerta, bajamos saltando las escaleras y cuando ya estábamos en la calle nos dimos cuenta que él todavía tenía puestas sus pantuflas. Subí, saque sus zapatos de colegio y volví a la calle donde me esperaba cada vez más preocupado. Le cambié los zapatos y boté las pantuflas por las escaleras mientras cerraba la puerta. Caminamos hasta la esquina y subimos al primer taxi que encontramos mientras veía mi reloj; eran las ocho y veinte.

Los carros avanzaban más lento con cada minuto que pasaba y Santiago parecía cada vez más preocupado. Al final llegamos al colegio; la puerta azul parecía inamovible, como si estuviera riéndose de nosotros. Me acerqué un poco nerviosa y toque dos veces. Salió una señora regordeta, tenía una blusa blanca y una falda azul; me examino de pies a cabeza y me preguntó con una voz arrolladora y crispada qué era lo que quería. Le dije que había llevado a Santiaguito para sus clases; le pedí disculpas por la tardanza y le dije que había sido mi culpa que él llegara tarde. Me dijo que eso no le importaba y que Santiago no podía pasar porque ya había llegado demasiado tarde. Le pedí que por favor me comprendiera; le dije que Santiago debía quedarse porque en mi casa no había nadie con quien dejarlo. Volvió a decirme que no, que esa no era su culpa, que en ese colegio las reglas se respetaban.

Paso mucho tiempo así; yo trataba de convencerla para que entre Santisito mientras que ella ponía excusas cada vez más tontas para no dejarlo entrar. Le pedí hablar con la directora o con la profesora encargada pero dijo que no se podía, todos estaban lo suficiente ocupados para atenderme. Santiaguito no sabía qué hacer, solo me miraba al piso; como tratando esconderse de la señora. Al final, después de tanto rogarle, la señora lo dejo pasar. Lo cogió de la mano y le dijo “Pasa Santiaguito, yo se que tú no tienes la culpa de que en tu familia te eduquen mal”. Nunca me había sentido peor. Soy la hermana mayor y mira lo que le hago a Santisito.”

Las lágrimas corrían como pequeños riachuelos en las mejillas de Luciana. Martin y yo estábamos en silencio, sorprendidos por la reacción de la señora. No debió hacer eso Lucy, se paso de pendeja la profesora esa; dijo Martin. No, tío, esa no es una profesora. Ni siquiera sé si le puede llamar “señora”; respondí con la sangre hirviéndome. Esa actitud había llegado a lo más profundo de mis recuerdos; cuando no era el chico bueno que ahora soy, cuando lo único que se podía esperar de mí, según el encargado de disciplina de mi colegio, era muchos años de prisión en una cárcel de máxima seguridad. Cuando mi madre lloraba por las tonterías que le decían en el colegio sobre mi “alentador” futuro. Ese momento odie a la profesora y al profesor por hacer sufrir a las personas que dan todo su esfuerzo por los seres que aman. Luego, el viaje paso tratando de convencer a Luciana de que, al contrario como dijo la señora, ella era un excelente ejemplo para sus hermanos. Llegamos a su paradero y ella se despidió más tranquila.

Luciana llega a su casa muy tarde; todos están sumergidos en sus sueños a esa hora. Esta triste; sigue sintiendo que es un mal ejemplo para sus hermanos. Entro al cuarto de Santiago, él estaba durmiendo. Ella se acercó y le dio un beso en la frente; de pronto, Santiago despertó. Hermanita, ya llegaste; dijo alegre él. Sí, ya llegue Santi; respondió un poco triste. Oye quiero pedirte perdón; por mi culpa llegaste tarde; continuo ella. No seas tonta, yo se que la profesora es una perra; respondió él inocente en sus cinco años. Oye Santiago; ¿Dónde has aprendido a hablar eso?; le reprendió dulcemente. Lo vi en la tele hoy; cuando llegue estaban dando una novela y había una señora que hacia llorar a todas las personas y la llamaron perra; se defendió. Y ella te hizo llorar sin que tú le hagas nada; entonces es una perra ¿no?; continuó él rodeado de su pureza infantil. ¿Sabes Santi?; Te quiero mucho; le respondió ella al mismo tiempo que lo abrazaba tratando de darle todo su amor. Yo también te quiero Lucy; y no te preocupes, sé que tengo la mejor hermana del mundo; termino él. Luciana se despidió con amor y ternura y salió del cuarto. Mientras caminaba hacia su cuarto; se sintió feliz y afortunada de tener al mejor hermano del mundo.

2 comentarios:

  1. aww que lindo su hermanito! =) jiji.
    me gustó me gustó!=)

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  2. q lindoo julitoo es muyy tiernooo xD!!.. Andriu

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