domingo, 4 de abril de 2010

Un sueño, una browning

Nota: Bueno, esta es una historia que escribí y me gustaria que la lean. Puse esta nota, a consejo de mi brother, para que puedan saber lo que es y no se aburran antes de empezar a leerla. Bueno espero que la disfruten. Un saludo para todos.

P.D.1 Si hay errores ortograficos o gramaticales, lo siento, intentare corregirlos en los próximos posts.

P.D.2 La cancion que utilice en el cuento la dejo al final. Esta buenisima asi que disfrutenla.

Un sueño, una browning

Ahora estoy cuatro metros bajo tierra; solo y, a la vez, acompañado por un cuerpo inerte que algún día fue joven, fuerte, cálido y mío; desde aquellos días han pasado muchos lustros que me trajeron grandes dosis de dolor, felicidad y dinero, cuantiosas y adictivas dosis de dinero. Sólo recuerdo el frio intenso y electrizante que sentí en mi cabeza después de responderle al malnacido que me quiso robar que se fuera a ver a su mala madre que lo parió; no fui cobarde, defendí hasta donde pude el dinero que había sacado minutos antes del banco. Todo había sido demasiado rápido; entré al banco, esperé mi turno para ventanilla, retire los ochenta mil dólares para comprar el terreno en la playa, salí del banco, subí a la Montero que había comprado hace poco, crucé el ovalo, dos calles a la derecha, una más a la izquierda y, de repente, me sobrepaso un carro blanco de lunas polarizadas; lo demás es conocido, el carro sobre paro delante de mí y bajaron cinco tipos encapuchados empuñando violentamente sus pistolas. Me bajaron del carro, me tendieron en el suelo y me preguntaron, mientras ponían una pistola en mi cabeza, por el dinero que había retirado. Ahora estoy cuatro metros bajo tierra.

¿Qué siento? Es casi imposible decir lo que siento, al menos físicamente, pero hay cosas que no siento: no siento el frío del metal sobre el cual reposa mi cabeza; no siento el Ermenegildo Zegna que viste, elegantemente, mi cuerpo, no siento el Omega que llevo en mi muñeca, no siento los Gucci que llevo en mis pies; es imposible de creer que, con todo lo que me costaron estas cosas, ahora no las pueda sentir. ¿Dolor? Bueno, el dolor físico no es algo que pueda describir con exactitud en este momento; sin embargo, hay cosas mucho más dolorosas que el golpe asesino del campeón mundial de los pesos pesados. Nadie se puede imaginar lo desgarrador que es ver a tu esposa llorando desconsoladamente, con el rostro desencajado, frente a ti sin poder hacer nada más que mirarla, sin poder siquiera abrazarla o darle tu hombro para que sus lágrimas reposen sobre él. Nadie imagina lo doloroso que es ver a tu madre después de mucho tiempo, pueden ser años o décadas, para que se despida de ti llorando, rezando y sin darte el beso en la frente que tanto extrañaste. Pero nadie sabe que no hay nada tan doloroso y cortante como ver a tu único hijo gritando que te ama; maldiciendo a la vida entre cada lágrima que sale de unos ojos que heredó de ti; tratando de abrazarte con todas sus fuerzas sin lograrlo porque los separa una muralla de metal y de vida; balbuceando entre sollozos que fue un imbécil qué nunca supo aprovechar tu sabiduría, ni mucho menos tu cariño; qué nunca mereció un padre tan bueno como tú; qué nunca debió pelear contigo por cosas tan estúpidas como el dinero, su carrera de pintor o la chica con la que salía, que ahora es su esposa, madre de sus hijos y de tus nietos; qué debió dejar de lado los rencores y darte un abrazo de verdad y no un ademan fingido y venenoso cada vez que se saludaban; qué extraña los viajes juntos donde le contabas historias de duendes y héroes ficticios o chistes subidos de tonos que lo hacían desternillarse de risa, que extraña verte detrás de tu escritorio, como su héroe, reuniéndote con gente tan importante que nunca pudo acordarse de sus nombres y sus cargos porque la combinación de estos era demasiado larga; qué te extrañará porque fue tan mal hijo que nunca te extraño lo suficiente como para decirte que te necesitaba; que quisiera ser con sus hijos como tú lo fuiste con él; es tan doloroso escuchar todas estas cosas cuando el gran culpable fuiste tú.

Javier, hijo mío, sé que no me puedes escuchar y eso es lo que más me duele. Tuvimos tantos años para solucionar nuestros problemas pero un orgullo estúpido y un rencor venenoso siempre jugaron en contra de nosotros; tuvimos 10 años para sentarnos a hablar como padre e hijo, para volvernos a abrazar como en las tardes que llegaba de trabajar y me sentía tan cerca a tu corazón con cada abrazo, para volver a cantar juntos las canciones de Jose Luis Perales o de Los Beatles, para volver a ganarle a los Vallejo en el futbolín y celebrar cada gol saltando de alegría y haciéndole muecas graciosas, para ser como algún día fuimos, para ser amigos. Me duele en el alma no ser el padre que siempre quise ser para ti; recuerdo cuando te vi por primera vez en los brazos de tu madre, no pude aguantarme: grité, lloré de alegría y los abracé como nunca en mi vida había abrazado. Ahora tú te sientes culpable de todo lo que paso pero la realidad es otra; sólo yo tuve la culpa, cholito, por no ver en tus ojos las ganas de ser diferente a mí, de crear tu propio camino y de jugar tus propias fichas arriesgando más y más en cada apuesta que te presentaba la vida. Perdóname por creer que tenías la obligación de ser como yo, por no ir a tus partidos de básquet donde siempre hubo un lugar vacio que era para mí, por traicionar tu amor cada vez que me acostaba con una mujer que no era tu madre olvidándome de mis promesas y asesinando tus lagrimas, por burlarme de ti diciendo que serias famoso pero un muerto de hambre cuando vi la primera nota sobre tu trabajo en el periódico , por hablar mal de tu esposa por faltar al primer cumpleaños de mi nieto, por ser el padre que nunca quise ser. Hoy, como nunca antes, tengo ganas de llorar y te quiero a mi lado para abrazarte, besarte y decirte que eres inmensamente necesario para mí. Lo siento, cholito, lo siento; daría mi vida por cambiar las cosas; ¡Carajo! Ya no tengo vida.

Cesar, despiértate, despiértate; dijo Raquel. Raquel, estas acá, estoy aquí, sigo vivo; dijo Cesar mientras abrazaba y besaba dulcemente a Maria. Te amo Raquel, te amo; tú y Javi son lo mejor que me ha pasado en esta vida; prosiguió Cesar. Yo también te amo pero has estado gimiendo y llorando desde hace una hora ¿Qué te paso cariño?; pregunto Raquel preocupada. Fue un sueño, una pesadilla; necesito hablar con mi mamá y con Javi; respondió él y siguió, voy a llamar a mi mamá y necesito alistar mis cosas porque voy a visitar a Javier. Cesar, son las dos de la mañana como, empezó a refutar ella, cuando se vio atropellada de un modo cariñoso, gracioso y sutil por él; Bueno pues a las tres estoy saliendo, son 6 horas manejando y cuando llegue a Cajamarca llamaré a mi mamá y luego iré a ver a Javi.

Primera, tercera, quinta; bueno, puedo tener 58 años pero manejo igual o mejor que cuando tenía 20. Hijo, todavía me quedan 3 horas de viaje pero ya estoy pensando en todas las cosas que te diré, en las cosas que me dirás, en las lagrimas que derramaremos juntos, en los abrazos que nos daremos, en abrazar y alzar a mi nieto después de 3 años; ¡caray, Joaquincito debe estar grande!; ha pasado tanto tiempo. Ya terminó el CD de Bach así que pondré ese CD del muchacho flaco y desgreñado; debe ser bueno porque me lo regaló Martin Vallejo.

Ella tiene su mirada, su nariz y sus rodillas; todos los rasgos de su progenitor…aunque es muy parecida piensa que él no la quería…de pronto el se fue, para no volver…nunca más dijo te quiero, nunca más fue una niña; hasta ese día el mundo eran los dos…desde aquella vez, todo es al revés…pero el recuerdo nunca se borro, de cuando iba con su padre a nadar a la piscina o cuando escuchaban Mecano aparcados en la esquina y ella cantaba con todo el corazón…en eso llamo su padre, quien le dio y quito la vida, “Ven hija mía, ven que ya me voy”…ella, en silencio, una lágrima soltó, luego susurró “te quiero” y él le dijo “lo sabía, solo quería escucharlo de tu voz”. La canción terminó y en la Montero sólo se escuchaba el sollozo de Cesar mezclado con las ondas sonoras que volvían a despegar las letras del muchacho flaco y desgarbado; el resto del viaje continuó entre lágrimas de amor y la esperanza por llegar cada vez más rápido a su destino final.

Eran las nueve de la mañana y Cajamarca lo recibió con un sol resplandeciente y amigable, un frío seco y el olor entrañable a eucalipto que tanto caracterizaba a esa ciudad. Perdido en aquel laberinto de grandes pendientes, techos a un agua y anchos badenes; Cesar se animó a preguntar por la dirección que buscaba. Disculpe, amigo, buenos días, ¿podría decirme como llegar a esta dirección?; pronunció mientras acercaba un papel algo arrugado a un tipo de aspecto amigable. Baje dos calles, luego doblé a la derecha y baje tres calles más y listo, compañero; respondió el tipo con un tono amigable. Muchas gracias; respondió Cesar alistándose para seguir las instrucciones al pie de la letra. Por fin, había encontrado la dirección, se estacionó a unos 20 metros, era una casa blanca, de tres pisos, con un techo característico de la zona y un aspecto bastante hogareño. Cesar saco su celular y marcó el número de Raquel, esperó por un par de minutos pero nadie contesto, colgó. Luego, marcó el número de su mama. Aló ¿mamá?, soy Cesar; dijo al darse cuenta que habían contestado. Cesitar, hijo, a los años, ya no te acuerdas de tu madre; respondió una anciana con una voz que delataba su alegría. Lo siento mami solo que últimamente ando muy ocupado; bueno solo quería que sepas que te quiero mucho y que te estoy extrañando como no tienes idea así que estuve pensando y no sé si querrías venir a visitarnos; dijo Cesar. Bueno hijo yo encantada de visitarlos, ya que hace siglos que no te veo y a Raquelita tampoco; acepto la invitación ella. Bueno mami entonces así quedamos, anda alistando tus maletas que mañana mismo compro tu pasaje y te llamo para decirte donde tienes que recogerlo; cuídate mucho y te mando un beso y un abrazo grandes; Te quiero mamá; se despidió Cesar. Yo también te quiero, hijo; tú cuídate mucho más y mándale mis saludos a Raquel; espero que no te olvides de llamarme; respondió la anciana en tono gracioso. Nunca más me olvidare de ti madre; pensó él mientras guardaba su celular.

Estaba a punto de bajar de la camioneta, cuando vio que, de la casa de Javier, dos tipos salían corriendo raudamente y al llegar a la esquina de la calle entraron atropelladamente a un auto blanco de lunas polarizadas. Algo anda mal; pensó Cesar. Bajo rápidamente, se acercó a la casa, paso la puerta, entró a la cocina. ¡Javier!, ¡Javier!, ¿hay alguien aquí?; grito con desesperación mientras iba a la sala. De pronto, en el silencio, se oyeron unos sollozos; Cesar intentó ubicar el origen de aquellos susurros del dolor. En el segundo piso; pensó. Enrumbo hacía las escaleras y al llegar a ellas vio que tenían unas manchas de sangre. Subió con una rapidez inaudita alentado y preocupado por lo que acababa de ver; primer cuarto, vacio; segundo cuarto, vacio; con cada paso que daba los sollozos se hacían más fuertes y angustiantes. El baño; pensó. Se acercó a la puerta del baño y, al tratar de empuñar la manija, se dio cuenta que sus manos temblaban y su rostro estaba bañado en lagrimas. Tomó fuerzas y giró la manija. Javier estaba parado frente a la puerta que recién se abría, tenía un corte profundo a la altura del hombro izquierdo y en la mano derecha empuñaba una Browning 9mm; detrás de él estaban abrazados Joaquín y su madre. Jamás hubiera pensado que la 9mm que te regalé para alentarte a seguir Derecho te hubiera salvado la vida; pensó fugazmente Cesar. Javier, te quiero hijo, siento todo lo que te hice pasar cholito; dijo Cesar mientras se arrodillaba y abrazaba de las piernas a su hijo. Javier se quedo inmóvil por unos segundos; petrificado física y sentimentalmente. Se arrodilló y abrazó a su padre como nunca lo había abrazado antes, ni siquiera aquellas tardes donde se lanzaba sobre él cuando lo veía llegar del trabajo. ¡Abuelo estas acá!, hace bastante tiempo que no te veía, deberías venir más seguido; dijo Joaquín mientras se unía a ese abrazo tan intimo. No te preocupes, hijo, de ahora en adelante las cosas serán diferentes; respondió Cesar mientras le daba un beso en la frente a Joaquín y derramaba sus lágrimas en ella.


2 comentarios:

  1. Julio ohh!!
    Me esperaba el tipico final sangriento xD.
    Esta mostro =D!!

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  2. yubiiiiiiiiiiiii oooooooohhhhh!!!...muchas veces los finales no son lo q uno espera :)...q bueno q te haya gustado y espero q sigas leyendo chica :)gracias por el comment :)un beso y cdte :)

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